sábado, 15 de agosto de 2020

La Gloriosa Batalla Naval del Lago de Maracaibo que consolidó la Independencia de Venezuela originó grandes controversias entre sus protagonistas.

 por David R. Chacón Rodríguez.


La Batalla Naval que se libró en aguas del Lago de Maracaibo, el 24 de julio de 1823, acarreó entre sus protagonistas dos grandes controversias originadas por las características personales de los jefes de ambos bandos y el enfrentamiento  en la conducción y méritos de las acciones.

La primera,  fue la surgida entre los caudillos vencedores, el Comandante General e Intendente del Departamento del Zulia, General Manuel Manrique y  el Comandante General de la Escuadra Colombiana de Operaciones sobre el Zulia, el Almirante José Padilla quienes se disputaban el  laurel de la victoria. Esta divergencia alcanza su mayor relieve cuando éste último cree que Manrique deseaba arrebatarle el triunfo.


Por tal motivo le escribe desde Maracaibo, el 28 de agosto de 1823 una carta expresándole “La libertad de Maracaibo se debe única y exclusivamente a las operaciones de la escuadra de mi mando, desde que venciendo insuperables obstáculos se hizo dueña de la laguna, y desde que batió a los enemigos en varias ocasiones hasta acabar con las fuerzas marítimas en el glorioso combate del 24 próximo pasado, que puso al ejército español en la dura necesidad de capitular”.

 

Luego agrega:“Permítame vuestra señoría  le diga que se ha expresado con demasiada ligereza en su oficio de ayer cuando dice, desde que vuestra señoría entró por la barra sin obstáculo y yo me embarqué en Moporo con la división del Zulia, siendo así que hasta los niños saben lo ocurrido en esta parte.

 

Todo el mundo se ha admirado, de nuestra resolución, de nuestro arrojo, nuestro indecibles esfuerzos y nuestra infatigable constancia para superar tantos peligros y arrostrar tantos trabajos como es público  hemos tenido que pasar en este lado del Tablazo[1]”.

 

La respuesta de Manrique no se hizo esperar, y el 29 de agosto del mismo año le dice: “Del punto de presas descendió vuestra señoría a levantar monumentos de glorias absolutas que se hallaban bien lejos de mis ideas: contesté con la nota de 27 defendiendo la justicia, no mía porque jamás he servido a la patria por adquisiciones, si no de tantos oficiales y soldados beneméritos, cuyas virtudes militares pudo conocer vuestra señoría a fondo, en los tres meses que ocupa la Laguna, aunque su historia es muy de antemano. Lejos de oscurecer los importantes servicios de la marina, los he aplaudido siempre y aún recomendado como lo puede vuestra señoría ver de la Gaceta que acompaño: no me he considerado en el caso de hacerle a Vuestra Señoría detalles, que por el contrario he debido recibir de sus operaciones, ni fue el fin que me propuse, sino resumir con brevedad el orden de los sucesos a que se debe la libertad de este país, y cuando dije que la escuadra había pasado la barra sin obstáculo, fue manifestarle que el enemigo había dejado descubierto aquel punto (que no es el tablazo) fuera de los tiros del castillo, y que con la ayuda de los prácticos, jefes y oficiales que conocían desde antes su localidad, se había conseguido felizmente la empresa. Nada he dicho a vuestra señoría con malicia, sin reflexión, ni que no pueda sostener: observará vuestra señoría que he usado un lenguaje urbano y político, nada inculto ni grosero; que he hablado imparcialmente con el peso de la verdad; y que en todo he procurado con vuestra señoría la mejor armonía, aunque vuestra señoría se haya conducido de otro modo...Por fin, como descubro el escrito de vuestra señoría diametralmente opuesto a las máximas que he indicado, lleno de equivocaciones e incoherente a la materia que propuse en mis oficios de 24 y 26 del que cursa para librar mi responsabilidad; lo devuelvo a vuestra señoría esperando se sirva omitir para lo sucesivo el dirigirme semejantes comunicaciones, que si bien recibo despejado, su trascendencia puede causar una sensible discordia entre la tropa y la marina, ambas compatriotas y defensoras de una misma causa , limitándose vuestra señoría a sólo lo relativo al servicio que es mi exclusiva ocupación, pues estoy muy distante de disputar con vuestra señoría si libertó a Cartagena, pero ni aunque se titulase libertador de Colombia[2]”.

 

En el interín Manrique escribía a Soublette formulándole estos planteamientos: “Entonces incluí a vuestra señoría copiados y originales, las comunicaciones que tuve con el señor General Padilla, para reclamar las embarcaciones del Estado y las que fueron entregadas al gobierno por la capitulación , porque unas y otras se enumeraban entre las tomadas en el combate naval, como en efecto se ha subastado por presas de la excuadra, me separé luego, sometiendo el caso a resolución del Ejecutivo, porque conocido el espíritu de codicia, mi ánimo fue concluir sin disputas ni entorpecimiento al servicio; pero aquel jefe, que había concebido la idea de hacer exclusivo su derecho a los buques, se extravía inconsiderablemente y pasa del punto de presas al de glorias para apropiarse efectos que reconocieron causas muy diversas; es decir, para atribuirse única y exclusivamente a sus esfuerzos la libertad de esta plaza, según se deja ver en la nota original que emití a vuestra señoría".

 

Posteriormente, Manrique protestaría de nuevo, para pedir una rectificación, ya que en el decreto que dictó Santander, para rendir honores y recompensas a las fuerzas marítimas[3], omitió a las de tierra. Aunque esta anomalía fue subsanada el 17 de diciembre, mediante una adición al mencionado decreto,  este lamentable error  contribuyó  así al alimento de una enemistad que no tenía razón de ser, por cuanto es innegable que ambos ayudaron con sus meritorios esfuerzos al logro de la victoria en tan importante contienda que selló definitivamente la independencia de Venezuela.

 

Como nota curiosa quisiera expresar que debido a la volubilidad de su carácter y a la mala influencia de Santander,  Padilla,  se vio implicado en el atentado que contra la vida del Libertador se efectuó el 25 de septiembre de 1828  y al ser reconocido como jefe de la deleznable acción, fue degradado, reducido a prisión  y sentenciado  a la horca por conspirador el 2 de octubre [4] de ese mismo año. El tribunal estaba presidido por el valeroso General Rafael Urdaneta[5].


Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales

 

La segunda sucedió  entre  los militares vencidos, el General en Jefe del Ejército español de Costa Firme, y último Capitán General de Venezuela, Mariscal de Campo Francisco Tomás Morales y el Capitán de Navío Don Angel Laborde y Navarro, Segundo Jefe de las fuerzas navales de la América Septentrional, quienes se  acusaban  mutuamente  de ser causantes de la derrota.

 

 

Así tenemos que después de la ratificación del tratado de  capitulación que se efectuó el 3 de agosto de 1823, entre Francisco Tomás Morales y Manuel Manrique[6], el General Morales viaja a Cuba, donde  con fecha  31 de agosto, dirige al  Capitán General de dicha isla, un parte  explicándole detalladamente las operaciones de la Escuadra Española en las costas de Colombia, hasta la acción de Maracaibo[7]. Su publicación en la prensa de Santiago de Cuba y La Habana será el factor desencadenante de la discordia entre ambos militares.


Retrato de Ángel José Leandro Francisco de Paula Rafael Laborde y Navarro (1772-1834), jefe de escuadra de la Real Armada[8].

Laborde, herido profundamente por los conceptos emitidos por Morales, a quien acusa como el único culpable de la pérdida de Maracaibo, publica en New York su obra "Contestación del Capitán de Navío Don Angel Laborde, Segundo Jefe de las fuerzas navales de la América Septentrional, a las inculpaciones que indirectamente le hace el Mariscal de Campo Don Francisco Tomás Morales, Ex-Capitán General de las provincias de Venezuela, en su parte de 31 de agosto del presente año, dirigido al Excelentísimo Señor Capitán General de la Isla de Cuba”[9], solicitando se haga justicia y que se indague cual de las dos posiciones es la verdadera, de manera tal que el que resulte inocente pueda gozar sin tachas de la fama y crédito que hasta ahora se haya granjeado.

En ella, acosado por las falsas imputaciones hechas por Morales, exterioriza la viva indignación que le produce, realizando afirmaciones como éstas: “Yo emplazo al General Morales a que pruebe con hechos anteriores o posteriores de todo el discurso de mi vida la menor morosidad en ir a buscar al enemigo; mientras tanto no lo haga el General Morales, si sabe cuánto ofende a un hombre de honor semejante suposición, no extrañará que yo le diga, por única respuesta, que miente". 

Luego en nota al pie de página añade:  el General Morales me ha hecho el mayor ultraje que se puede hacer a un militar, de un modo hipócrita y disimulado. Yo le retribuyo la mayor ofensa que puede hacerse a un hombre con la franqueza propia de un carácter noble”; 

Más adelante expresa “él mismo descubre el disfraz hipócrita y falaz con que, ocultando el rencor que mueve sus acciones quiere dar el aspecto de justicia e interés por el bien público a las hediondas vascas de su venganza, y manifiesta por medio de contradicciones la verdad que quiso ocultar su malicia

Al concluir dice: “Desgraciadamente fui elegido por el General Morales para descargar en mi parte de la responsabilidad que pertenece a su Señoría, porque cuantos me hayan tratado, cuantos conozcan mi carácter y hayan visto mis escritos, no podrán menos de extrañar el lenguaje cáustico, la poca lenidad, y el ahinco con que en este papel procuro descubrir las faltas y hacer patente la conducta de su Señoría; más si es una falta mía, debo confesarla; ni puedo ser amigo falso, ni enemigo a medias; yo no he provocado la contienda; el General Morales me ha atacado en mi honor, y ha procurado desacreditarme por medio de la prensa, y esto del modo que debía más vivamente irritarme y causarme mayores perjuicios; de una manera indirecta y simulada, debiendo saber que yo le hubiera  tal vez perdonado un ataque de frente y generoso...”. 

Su irritación es tan palpable que repite sin el menor titubeo expresiones mordaces de este tenor: “apela a cuestiones que no son ni de su resorte, ni propias de sus alcances, que realmente son muy limitados”; “El mismo General  Morales sabe que en toda la Costa firme es público y notorio el concepto que para que me iguale en arrojo y serenidad personal tiene aún el señor Morales que aumentar algunos quilates a la suya y borrar ciertos hechos de la memoria, mientras que los míos son tersos y siempre impertérritamente uniformes; y esta diferencia es una de las muchas causas secretas de su justo encono contra mí.”; “nunca conté con su gratitud, afección que le es desconocida, ni esperé de su rectitud, pues también es senda nunca trillada por él”.

A pesar de la sinceridad de sus planteamientos, hemos de admitir que lo valioso de su defensa, no son estas frases hirientes que pronuncia, sino  el copioso apéndice documental que arguye en apoyo de sus afirmaciones y que incluye en el texto, así como sus sólidos y demoledores razonamientos de que hace gala, dejando mal parado a su contrincante.

Profundamente desilusionado y amparado en la rectitud de su conducta,   solicita al Jefe Superior de las fuerzas navales destinadas a  la América Septentrional que se le tome declaración a todos los oficiales del cuerpo de la Real Armada que estuvieron en la batalla, a todos los Comandantes, Contadores y Maestres de los buques de la escuadrilla y de las fuerzas sutiles.

Una vez demostrada las claras contradicciones y falsas suposiciones del General Morales, continuó  su deslumbrante carrera como marino, y  el 1° de octubre de 1832 fue designado por  Real Decreto Ministro de Marina (Secretario de Estado y del Despacho de Marina), y aunque no pudo posesionarse, por encontrarse en Cuba, fue un reconocimiento a sus brillantes méritos y servicios.

Falleció de cólera el viernes 4 de abril de 1834, a los 61 años de edad[10], y sus restos reposan en el Panteón de Marinos Ilustres de la ciudad de San Fernando, cerca de  Cádiz.

Es conveniente hacer notar que sobre esta controversia  se publicaron en apoyo a Morales varios impresos en San Tomas[11], Curazao[12] y Nueva York[13].

Una vez admitida la derrota de España por el general español Francisco Tomás Morales, vencedores y vencidos acuerdan celebrar una capitulación, acto que se realiza el 3 de agosto de ese mismo año.  Durante el acto Morales entregó el resto de los buques españoles, la plaza de Maracaibo, el Castillo de San Carlos, el de San Felipe en Puerto Cabello, así como todos los demás sitios que ocupaban los españoles y el día 5 evacuó definitivamente el territorio venezolano.

Por parte del imperio español firmaron el Coronel José Ignacio de Casas y el Teniente Coronel Lino López Quintana; por los patriotas,  el teniente Coronel José María Delgado, Comandante del Batallón Zulia y el Capitán de la Comandancia General del departamento Zulia, José María Urdaneta.


 

 

                         Casa de la Capitulación

 


 

 

 

 

En homenaje a esta importante batalla, se decretó el 21 de julio de 1958 la celebración del 24 de julio como Día de la Armada Venezolana[14].


                            Acción del lago de Maracaibo.

 



[1] Archivo Nacional de Bogotá: Sección Secretaría de Guerra y Marina, tomo 346, fol. 274r. a 279r. “Carta que dirige José Padilla a Manuel Manrique desvirtuando  las afirmaciones de Manrique sobre la acción libertadora de éste y hace un relato detallado de la acción de la marina en las jornadas de Maracaibo, que concluyeron con libertarla al batir a la escuadra colombiana a la española el 24 de julio de 1823”.

[2] Archivo Nacional de Bogotá: Sección Secretaría de Guerra y Marina, tomo 346, fol 280r. a 281v. “Carta que dirige el General Comandante General Intendente, M(anuel) Manrique al Señor General Comandante General de la Escuadra Benemérito José Padilla manifestándole que  se reafirma  en los términos de anteriores notas, insulta a Padilla y le devuelve la correspondencia. Maracaibo, 29 de agosto de 1823”.

[3] C.F: “Decreto del Vicepresidente de Colombia,  Francisco de Paula Santander, encargado del poder ejecutivo  para rendir honores y recompensas a los servidores que habían tomado parte en los gloriosos triunfos que dieron la completa libertad del  Zulia...”.

En  Blanco y Azpurúa.: “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador Simón Bolívar”. Tomo IX, Doc. 2.311.

[4]  C.F: Blanco y Azpurúa “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador Simón Bolívar”. Tomo XIII, Doc. 3.931 “El proceso del 25 de septiembre. Continuación de las noticias de la prensa de Bogotá·”. pp. 117-119.

[5] C.F. Boussingault, Juan Bautista.: "Memorias". Ediciones Centauro. 1974. p. 314. [5]Biblioteca Nacional de Colombia, sala 2ª, nº 13.092 y “Gaceta de Colombia” del domingo 28 de septiembre de 1823. Trimestre 8º. Bogotá.

[5] C.F.: Biblioteca Nacional de Colombia, sala 2ª, nº 13.092; Blanco y Azpurúa: “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador”. Tomo IX, Doc. 2.266, pp. 64-69.  y  Gaceta de Colombia”, del  domingo 16 de noviembre de 1823. trimestre 8º. Bogotá.

[5] Impreso  por Georg Long en 1823. Fue editado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Nº 127. Tomo XXXII, julio-septiembre de 1949, con motivo de cumplirse el Cuatricentenario del descubrimiento del Lago de Maracaibo.

[5] Archivo Nacional de Bogotá: Sección Secretaría de Guerra y Marina, tomo 346, fol. 274r. a 279r. “Carta que dirige José Padilla a Manuel Manrique desvirtuando  las afirmaciones de Manrique sobre la acción libertadora de éste y hace un relato detallado de la acción de la marina en las jornadas de Maracaibo, que concluyeron con libertarla al batir a la escuadra colombiana a la española el 24 de julio de 1823”.

[5] Archivo Nacional de Bogotá: Sección Secretaría de Guerra y Marina, tomo 346, fol. 280r. a 281v. “Carta que dirige el General Comandante General Intendente, M(anuel) Manrique al Señor General Comandante General de la Escuadra Benemérito José Padilla manifestándole que  se reafirma  en los términos de anteriores notas, insulta a Padilla y le devuelve la correspondencia. Maracaibo, 29 de agosto de 1823”.

[5] C.F: “Decreto del Vicepresidente de Colombia,  Francisco de Paula Santander, encargado del poder ejecutivo  para rendir honores y recompensas a los servidores que habían tomado parte en los gloriosos triunfos que dieron la completa libertad del  Zulia...”.

En  Blanco y Azpurúa “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador Simón Bolívar”. Tomo IX, Doc. 2.311.

[5]  C.F: Blanco y Azpurúa “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador Simón Bolívar”. Tomo XIII, Doc. 3.931 “El proceso del 25 de septiembre. Continuación de las noticias de la prensa de Bogotá·”. pp. 117-119.

[5] C.F. Boussingault, Juan Bautista.: "Memorias".-Caracas: Ediciones Centauro. 1974. p. 314.

[6]Biblioteca Nacional de Colombia, sala 2ª, nº 13.092 y “Gaceta de Colombia” del domingo 28 de septiembre de 1823. Trimestre 8º. Bogotá.

[7] C.F.: Biblioteca Nacional de Colombia, sala 2ª, nº 13.092; Blanco y Azpurúa: “Documentos para la historia de la vida pública del Libertador”. Tomo IX, Doc 2.266, pp. 64-69.  y  Gaceta de Colombia”, del  domingo 16 de noviembre de 1823. trimestre 8º. Bogotá.

[8] Museo Naval de Madrid. Núm. de catálogo: 877. Óleo sobre lienzo (95x 72 cm), copia anónima de un original desconocido realizada en La Habana en 1853.    

Medio cuerpo, de frente; viste uniforme grande de jefe de escuadra, común a la Armada y el Ejército (mariscales de campo); lleva banda y placas de Carlos III y San Hermenegildo y encomienda de Isabel la Católica.

Laborde sentó plaza de guardia marina en 1791. Navegó de oficial subalterno por el Atlántico y Mediterráneo; tomó parte en las operaciones llevadas a cabo en Tolón y Rosas (1793-1795). Hizo viajes a Canarias y Rochefort transportando tropas durante la guerra con Inglaterra (1799). Al iniciarse la Guerra de la Independencia, Laborde participó a las órdenes de Ruiz de Apodaca en la captura de la escuadra francesa de Rosily, en Cádiz, y en las operaciones del bloqueo a que fue sometida esta plaza (1810). Después de varios destinos entierra, nombrado comandante del navío San Julián hizo dos viajes redondos a Filipinas, tocando puertos de China, Java y la India. En 1820 se le confió el mando de una división de dos fragatas y dos corbetas, con las que pasó a Costa-Firme y base de Puerto Cabello, para defensa de la costa y apoyo al Ejército. En 1821, ascendió a capitán de navío, evacuó las familias españolas, al ser abandonado el puerto de La Guaira. Pasó a La Habana; en 1823, al mando de una fragata y una corbeta, se dirigió a Puerto Cabello, donde derrotó una división colombiana de nueve buques y levantó el bloqueo del puerto. Se traslado a Maracaibo y penetró en la laguna con navíos de poco calado para apoyar al ejército del general Morales, pero atacado por los colombianos fracasó en su intento y tuvo que retirarse a Cuba. Por dos veces intentó Laborde socorrer San Juan de Ulúa, pero se lo impidió el mal tiempo. Nombrado comandante del apostadero de La Habana, al mando de una división se empleó en proteger el comercio español contra los corsarios que asolaban las Antillas, lo que consiguió eficazmente a costa de grandes sacrificios (1825-1828). En 1829 transportó a México la expedición del brigadier Barradas que intentó infructuosamente la reincorporación de la Nueva España a la corona. En 1832 se designó a Laborde para el ministerio de Marina, el cual no pudo ejercer y continuó en el apostadero hasta su fallecimiento en 1834.

Este retrato ingresó en el Museo en 1854, procedente de la comandancia del apostadero de La Habana. Restaurado en 1994.

[9] Impreso  por Georg Long en 1823. Fue editado en el Boletín de la Academia Nacional de la Historia. Caracas. Nº 127. Tomo XXXII, julio-septiembre de 1949, con motivo de cumplirse el cuatricentenario del descubrimiento del Lago de Maracaibo.

[10] Corona fúnebre a la memoria del Ecsmo. Señor don Ángel Laborde y Navarro, jefe de Escuadra de la Real Armada. Gran Cruz de la Real y distinguida orden española de Carlos Tercero, de la de San Hermenegildo y de la de Isabel La Católica, y comandante general de la Marina de este apostadero &a..- Habana: [S.l.]: [s.n.], 1834. (Habana: Ofic. de D. José Boloña. Impreso de la Real Marina por S. M.).- 2 hs. s/n. 88 p.; 20 cm. Biblioteca Nacional de España: Salón General HA/63765(3); DGmicro/ 4368.

.-Ibáñez de Ibero, Carlos, Marqués de Mulhacén (1888-1966): Almirantes y hombres de mar/por Carlos Ibáñez de Ibero... Prólogo del... Sr. Almirante... D. Wenceslao Benítez. [Madrid]: Aguilar: Halar, [1950]. 555 p., 2 h., 1 lam.; 12 cm. Colección Crisol; n. 293. La lam. es el retrato del autor

[11] M.R.-T.L: Carta de dos españoles emigrados de Costa-Firme en San Tomás, a un amigo en Europa. Printed by W. Swinbourne. St. Tomas, 30 de mayo de 1824. En: Archivo General de Indias, Sevilla, (desde ahora AGI. Sección Estado. Leg.69, Exp. 59. En este escrito Laborde es considerado partidario de la Fraternidad Universal: La Masonería y aduce que en el club de los masones de Curazao, celebró la derrota de Maracaibo. T.L.-M.R: Breve exposición de los hechos que prepararon y consumaron la pérdida de las provincias de Venezuela. 7 p. en folio. Impreso en la imprenta de W. Swinbourne. St. Tomas, 30 de mayo de 1824.

En: Archivo General de Indias, Sevilla, Sección Estado. Leg. 69, Exp. 59.

[12] Breve e importante advertencia de ocho españoles de Venezuela, emigrados y residentes en Curazao, para la lectura y juicio del manifiesto que publicó en La Habana, impreso en New York, el capitán de navío don Ángel Laborde, contra el general en jefe del Ejército de Costa Firme don Francisco Tomás Morales. Curazao, en la imprenta de Viuda de Lee y Corser. 15 de junio de 1824. Un folio impreso por ambas caras. (2 p.).

En: Archivo General de Indias, Sevilla, Sección Caracas, legajo Nº 399. Véase: Donoso, Ricardo (1896-): Fuentes documentales para la historia de la Independencia de América. México: [Instituto Panamericano de Geografía e Historia], 1960. 1 v.; 24 cm. Instituto Panamericano de Geografía e Historia. Publicación núm. 233. Comisión de Historia; 95. Contenido: Misión de investigación en los archivos europeos.- XII, 301 p.. 1 h. En este texto manuscrito a Laborde se le acusa de masón, además de ser liberal, comunero y jacobino.

[13] J.F: Señores D.J.S. y J.B., en Curazao. New York. Printed by John Niles. 1824. 4 p. en folio. En: Archivo General de Indias. Sevilla. Leg. 69, Exp. 59.

[14] Por decreto Nº 374 de fecha 23 de julio de 1946, se declara el 24 de julio fecha oficial de las Fuerzas Armadas Venezolanas. Véase: Gaceta Oficial Nº 22.066 del 23 de julio del mismo año y Decreto 318 de 21 de julio de 1958.

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