lunes, 24 de agosto de 2020

La inmolación del Capitán Antonio Ricaurte Lozano en San Mateo.

 Por.- David R. Chacón Rodríguez

 


Capitán Antonio Ricaurte Lozano

 

Nos encontramos reunidos en este histórico recinto, para conmemorar un nuevo aniversario de la inmolación del heroico Capitán Antonio Clemente José María Bernabé Ricaurte Lozano[1] en San Mateo.

 

         Ante la tentación de hacer una larga exposición detallada de tan significativa campaña guerrera,  recordé que sobre este importante acontecimiento existen dos versiones diametralmente opuestas, pero como en  la historia no existen verdades absolutas, es mí deber darla a conocer, y así propiciar futuras investigaciones que contribuyan a su esclarecimiento. 

 

La primera es la que da Luis Perú Delacroix en su obra Diario de Bucaramanga. Allí al referirse a Ricaurte expresa:

 

Figura en la historia como un mártir voluntario de la libertad, como un héroe que sacrificó su vida para salvar la de sus compañeros y sembrar el espanto en medio de los enemigos, pero su muerte no fue como aparece, no se hizo saltar con un barril de pólvora en la casa de San Mateo, que había defendido con valor, yo soy el autor del cuento, lo hice para entusiasmar a mis soldados, para atemorizar a los enemigos y dar la más alta idea de los militares granadinos. Ricaurte murió el 25 de marzo del año 1814 en la bajada de San Mateo, retirándose con los suyos; murió de un balazo y un lanzazo, y lo encontré en dicha bajada tendido boca abajo, ya muerto y las espaldas quemadas por el sol….

 

La otra narración de este hecho nos la da a conocer el Presbítero General José Félix Blanco, cronista privilegiado de los sucesos del cruento año 1814, quien de manera imparcial describe como el 25 de marzo de ese año, José Tomás Boves trató de tomar para sí, el abundante parque, que las tropas republicanas habían podido almacenar en la hacienda de San Mateo.

 

Su esfuerzo habría tenido éxito si no hubiera sido por el hecho de que el parque estaba al cuidado y protección de un joven oficial neogranadino nacido en Villa de Leiva, el 10 de julio de 1786. Se trata del capitán Antonio Ricaurte, quién  al darse cuenta de que le era imposible rechazar el ataque de las columnas realistas que venían trasmontando por la parte del cerro conocida como la fila de los Cucharos, situada en la espalda de la hacienda que formaba parte alta del Ingenio de Bolívar,  para apoderarse de las municiones, y no teniendo fuerzas suficientes para oponérseles, decidió esperar el momento exacto, cuando ya el depósito de armas y explosivos estaba pleno de soldados y adversarios, en ese momento hizo explotar todo el pertrecho disponible evitando que cayera en manos del enemigo. Pero con tan funestas consecuencias, que entre la pólvora y las balas, también voló el cuerpo sin vida del heroico oficial, junto con los de los sitiadores y con la casa, dando así un trágico fin a su existencia, con apenas 28 años de edad.

 

Esta acción contribuyó con la victoria de los patriotas ya que Bolívar aprovechó el desorden existente para lanzar un contra ataque y obtener el triunfo, es por esta razón, que en el sitio de San Mateo donde Ricaurte se inmoló, se halla un monumento que conmemora su sacrificio.

 

Como el General José Félix Blanco fue actor y testigo presencial de los hechos, que asistió a la cruenta jornada de San Mateo. A nuestro modesto entender, su versión contiene signos de rigurosidad histórica.

 

Antes de proseguir, creo necesario hacer un breve paréntesis sobre la historia de este heroico pueblo.

 

 San Mateo, se encuentra a 24 Km. de Maracay y 52 Km. de Caracas, es la capital del municipio Bolívar en el estado Aragua. Está ubicada en el punto donde el río Aragua, el afluente más importante del Lago de Valencia entra en los Valles de Aragua. Fue fundado el 30 de noviembre del año 1620, por disposición del gobernador Francisco de la Hoz Berrío, como  Pueblo de doctrina. Para su establecimiento se dispuso que los indios de las encomiendas de Tomás de Aguirre, de Antonio de Bolívar y Pedro Sánchez Borrego debían agruparse en torno al cura doctrinero, el franciscano fray Francisco de Trejo.

En 1709 tomaron como Patrona a Nuestra Señora de Belén.

Este naciente pueblo se alimentaba de lo que producía, a saber: cacao, caña dulce, maíz, ñame, plátano, trigo y yuca, contaba además con una población pequeña hasta que se adquirieron unos molinos hidráulicos para tratar la caña en los ingenios.

 

Actualmente  posee diversos sitios de interés, tales  como: La iglesia parroquial de San Mateo, el Ingenio de Bolívar o Museo de la caña de azúcar, el Museo histórico militar y La Central azucarera El Palmar.

 

         Ahora, prosiguiendo nuestro relato, observamos que el Padre José Félix Blanco, en su obra, Bosquejo de la Historia de la Revolución de Venezuela comenta que tuvo la satisfacción de tratar de cerca de la mayor parte de los oficiales granadinos, que vinieron en el año 13 en la expedición libertadora de Venezuela.

 

Eran jóvenes –dice José Félix Blanco- muy recomendables por todos los títulos: educación, moral, valor, instrucción, todo se hallaba en ellos. Entre esos jóvenes observó, que el capitán Antonio Ricaurte se distinguía por sus ideas exaltadas y romanescas. Empapado en la historia de las antiguas repúblicas, quería que todos fuéramos griegos y romanos según él, no se podía ser verdadero republicano, sin acciones heroicas, sin sacrificios extraordinarios o preternaturales. Todos debíamos ser víctimas inmoladas en el Altar de la Patria al ídolo de la libertad y el patriotismo.

 

Con estos conceptos estimulaba frecuentemente a sus compañeros de armas.

 

Por estos antecedentes, creemos que cuando se incendió el parque de San Mateo actuó conforme a sus ideales y principios, haciendo acción de heroísmo premeditado para inmortalizar su nombre y llenar de gloria y honor las armas republicanas.

 

La posteridad, concluye el Padre y General José Félix Blanco, honrará justamente su memoria.

 

Analizando y meditando un poco su narración debemos notar la importancia del significado de la formación y el aprendizaje como el primer deber en la vida del ser humano.

 

Ellos habían aprendido, en excelso grado, que el amor a la libertad incluía la voluntad de sacrificarse por ella. Lamentablemente, en muchos pueblos de América, los maestros son el símbolo de la pobreza.

 

Cuando pensamos en la hazaña de Antonio Ricaurte Lozano, cabría preguntarse si tenemos jóvenes con su capacidad de sacrificio, caracterizados por su moral, valor e instrucción.

 

Si bien es cierto que no tenemos un Boves acechando nuestros pertrechos de armas y explosivos, sí existen otros Boves merodeando muestro parque de ideas de libertad, confraternidad y progreso, intentando sembrar el caos, la indiferencia y la ineficiencia, negando nuestras aspiraciones de vivir en un mundo mejor.

 

Por eso interesa replantear el sentido y trasfondo de la inmolación de Ricaurte.

 

La libertad no necesita hoy en día estallar ningún parque y volar por los aires, pero si requiere que todos los días practiquemos el constante sacrificio del trabajo cotidiano, continuo, permanente y productivo para construir una sociedad donde cada hombre sienta con satisfacción el orgullo de vivir.

 

Para ello es necesario sacrificar nuestros egoísmos y apetencias personales por el bienestar y servicio de la Patria.

 

Otra lección que debemos sacar de este importante y significativo acto heroico es que somos como Miranda, Ciudadanos de Mundo, que tenemos que trabajar de manera solidaria para el bienestar de todos.

 

En ese momento no existían fronteras, eran naciones que estaban unidas. No era posible la libertad de Nueva Granada sin la de Venezuela y viceversa. Es importante que trabajemos de manera integrada para triunfar.

 

Nosotros, los Venezolanos, debemos tener presente que ese hombre de la Nueva Granada no vaciló en morir en San Mateo y por eso se convirtió en símbolo del sacrificio por la Patria y, no nació en los predios de nuestras fronteras.

 

Su inmolación tiene que servir de ejemplo para abrir nuestros espíritus y dar cabida en él al sentimiento de unión,  fraternidad, bondad, belleza y respeto público.

 

Nuestras naciones tienen un destino común. Necesitan trabajar juntar y caminar unidas en búsqueda del progreso y desarrollo mutuo. Pensar lo contrario es ir contra nuestra historia común.

 

Es conveniente destacar la insistencia del Libertador en proclamar la urgencia de una moral pública basada en la procura de la felicidad general, mediante el aporte de su trabajo y de su talento para incrementar la prosperidad nacional. Si hubiéramos seguido las bases fundamentales de su pensamiento: la educación pública, la moralidad colectiva y la igualdad ciudadana, ¿No sería quizás hoy otro nuestro destino?

 

Entiendo que cada uno de los presentes tenemos diversas opiniones acerca de este acontecimiento, pero de seguro existe una sola convicción que no es otra que la de exaltar a Bolívar, Ricaurte y en general  todos aquellos próceres civiles y militares que hicieron posible la  victoria en el pueblo de San Mateo y más allá en la Guerra de  Independencia.

 

Para no abusar más de su inestimable tiempo, dejo abiertas estas interrogantes y reflexiones con la esperanza de haber cumplido la misión encomendada.

 


 Museo Antonio Ricaurte 



[1] Hijo de don Juan Estéban Ricaurte y María Clemencia Lozano. Se casó con Juana Martínez Recaman. Participó en el primer Ejército Libertador de granadinos y venezolanos que efectuó la Campaña Admirable y se destacó en los combates de:

La Grita (13 abril),

Carache (19 junio),

Niquitao (2 julio),

Taguanes (31 julio) y otros.

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