miércoles, 22 de julio de 2020

Cuando Bolívar murió, el 17 de diciembre de 1830 era, sin saberlo, Embajador de Bolivia ante la Santa Sede

 


 

David R. Chacón Rodríguez

 

 

Cansado el Libertador por los infelices sucesos acaecidos en Colombia, cuyos habitantes se negaban a sostener la integridad nacional, a mantener la paz y a defender en común la libertad y la Independencia, convirtiendo sus últimos días en un impenitente calvario, decide, en marzo de 1830 a entregar el poder a Domingo Caicedo como Presidente del Gobierno y en abril, cuando se instala el llamado Congreso Admirable, presenta su renuncia a la Presidencia de la República, y se va a Bogotá. Durante el viaje, cuando llega al pie del cerro de Popa, el 1º de julio, recibe la infausta noticia del vil asesinato de su más fiel y admirado amigo el inmaculado Sucre en la montaña de Berruecos.

 

General Antonio José de Sucre


Contrariado por estos sucesos,  el 1º de julio de 1830, le escribe al General Flores: Yo pienso que la mira de este crimen ha sido privar a la Patria de un sucesor mío[1] y el sentirse desterrado de su propio País natal por envidias y odios inexplicables, logró que el Libertador pensara retirarse definitivamente de este Continente. 

 

Un pago inmerecido


Él, que lo había dado todo por la nación, ahora sólo aspiraba a un puesto de menor categoría como Embajador en Washington o en Londres, para poder tomar así de una manera decente y sin provocar compasión, el duro camino del exilio.  En estas tristes circunstancias, le llega la noticia de que no era posible obtener  ni esa ínfima prebenda del gobierno que le debía su libertad y su existencia.  Sus íntimos compañeros, ante estas tristes circunstancias, le persuadían para que no abandonase la Patria; entonces  les contestó:

 

        Tienen razón ustedes, nobles amigos míos, por mi cuenta estaba dispuesto a irme, pero echado no debo hacerlo por el honor de Colombia.  Además, me siento morir, mi plazo se cumple y tengo que darle a Dios una cuenta terrible como terrible ha sido la agitación de mi vida, yo quiero morir rodeado de mis antiguos compañeros, con un sacerdote a mi lado y con el crucifijo en las manos, no me iré.

 

        El Libertador -conmovido por el tropel de  tristes acontecimientos que han ocurrido y que estaban ocurriendo en Colombia, los cuales la tenían inmersa en una guerra civil-, el 7 de mayo de 1830, escribe desde Bogotá, al General Santa Cruz expresándole:

 

        Mi estimado Presidente:

 

        Hace tres días que dejé la presidencia de la República, y mañana parto para Cartagena con ánimo de salir fuera del país, o quedar en él, según las circunstancias, aunque estoy bien resuelto a no volver a mandar más...[2].

       

        El General Santa Cruz habla en nombre de Bolivia

 

        Al saber el General Santa Cruz la resolución de Bolívar de marcharse a Europa, quiso dar al Libertador una prueba contundente del gran afecto que él y el pueblo boliviano le profesaban. Fue así como desde Chuquisaca (Sucre), le escribe el 15 de octubre de 1830, en términos realmente nobles manifestándole con la mayor sinceridad posible su deseo de nombrarlo su Ministro Plenipotenciario ante la Santa Sede, en estos términos:

 

Excelentísimo Señor:

 

El Presidente de la República Boliviana tiene la honra de saludar a nombre de su Nación al Jefe de la Libertad Americana, y al Fundador de su Patria. Instruido de vuestra separación de América, no puede prescindir de seguros con su corazón, y transmitiros los sentimientos más puros de gratitud  y  respeto que afectan al Pueblo Boliviano, constante siempre en amaros y en recordar los beneficios que os debe…. Habéis vencido, señor, y vuestra gloria, superior a la de todos los hombres libres, se presentará ya como el sol que nadie deja de ver, y vuestros mismos opositores encontrarán en vuestra ausencia el convencimiento y tal vez el arrepentimiento tardío de exaltaciones que nos priven del mejor apoyo de la libertad americana. De hoy en adelante nadie osará culparos de ambición, ridículo pretexto con que algunos intentaban oscurecer vuestra gloria, y aún la nuestra; puesto que las glorias del Nuevo Mundo están vinculadas a las de su primero y más insigne Capitán. Conservaréis ileso el título de Libertador, que os ha sido siempre más estimado que todas las coronas de la tierra.

 

El Continente de Colón conservará el legado de virtud que su Libertador le ha dejado; y no olvidará la lección que acaba de darle el defensor de la libertad en favor de la especie humana. Bolivia, que tiene el orgullo de llevar vuestro nombre, se felicita por el triunfo que ha conseguido sobre la calumnia el ilustre Americano que supo conducir los estandartes de la justicia desde el Orinoco al Potosí y dejar la tierra de sus victorias, para hacerse más inmortal.

 

        El Libertador ha comunicado a los americanos su pasión por la independencia, su amor por la libertad, su desprecio por la ambición; y al viejo mundo, asombrado de su conducta, juzgará de lo que son capaces los hombres que él ha doctrinado en los campos de la victoria y en la escuela de la moderación. El Presidente de Bolivia, muy convencido de los heroicos esfuerzos del Libertador por la felicidad americana, y persuadido de que es el representante natural de sus repúblicas en Europa, cree que nadie trabajará allí con celo más ardiente por su bien, como el mismo que, arrancándolas de un coloniaje humillante, pudo colocarlas en el rango que justamente ocupan. Bolivia le debe más particularmente su existencia política como nación, un empeño entusiasta por su conservación, y el cordial título de Hija con que la saludó el día que América fue absolutamente emancipada. He aquí, señor, los títulos de confianza que tiene para esperar que sus intereses públicos serán conducidos en Europa con el pulso y sabiduría bien probados en veinte años de acierto, administrando tres repúblicas. |    en la capital del orbe cristiano[3], como lo veréis por las credenciales adjuntas. Sería excusado rogar al Libertador que admita un cargo que le confía Bolivia. Basta expresarle que cuando los bolivianos supieron su retiro de América, se pronunciaron unánimemente porque él fuese su representante cerca de cualquier gobierno de Europa; y el presidente de Bolivia cumple un deber muy satisfactorio, haciéndole saber que ésta es la voluntad del pueblo boliviano. No hay que olvidar, señor, que Bolivia exige este servicio del general Bolívar…

 

Andres Santa Cruz


     Al haceros esta importante confianza, quisiera el Presidente de Bolivia, acompañarla de una demostración que, probando la intensidad del afecto boliviano, os pusiese también en estado de presentaros en Europa con todo el lucimiento y brillo que debe seguir al Libertador de un mundo; pero valga, al menos, la misma comisión por una prueba de la tierna memoria con que os acompañan los bolivianos al otro lado del Océano, lisonjeándose de que no rechazaréis la manifestación de su confianza que desde el centro de América os hace uno de los pueblos que os deben su libertad y su existencia política.

  

        Aceptad, Señor, los sentimientos más cordiales de gratitud y amor con que os saluda unánimemente el Pueblo Boliviano, y la particular afección de un compañero y constante amigo vuestro.

        Dada, firmada y refrendada por el Ministro de Relaciones Exteriores en el Palacio de Gobierno en Chuquisaca a 15 de octubre de 1830. 

Andrés Santa Cruz.

 

El Ministro de Estado en el Despacho de Relaciones Exteriores, Mariano Enrique Calvo[4].

               

En esta comunicación en forma de decreto, el General Andrés de Santa Cruz trata de persuadirlo para que acepte este encargo, argumentando las razones que podían llegar a la susceptibilidad del Libertador..., cuando la calumnia y la infamia empezaban a cavar el sepulcro del grande hombre. Anexo a esta extensa y humana misiva, el General Santa Cruz incluía las cartas credenciales del nuevo diplomático, así como, las principales instrucciones relativas a las funciones que iba a desempeñar el Libertador. Lamentablemente, no existe hasta ahora referencia alguna de que el Libertador haya recibido esta carta. Sin embargo. Como lo demuestra su testamento, Bolivia siempre estuvo presente en su corazón.

 

Fe perpetua en el libertador

 

La noticia del deceso del Libertador el día 17 de diciembre de 1830 debió llegar con mucho retraso a Bolivia, pues con fecha 2 y 14 de febrero del año 1831, el General Andrés de Santa Cruz le dirige dos hermosas misivas en la que le transmite los peligros que amenazan la independencia de Bolivia y la integridad de Colombia por la avaricia, insensatez e ingratitud de los conductores del pueblo peruano (Gamarra y La Fuente) quienes violan alegremente los pactos de Jirón y Guayaquil, olvidando que Bolivia es una república independiente y por lo tanto no debe ser su aliada contra Colombia.

 

Igualmente le manifiesta su resolución inmutable de mantenerse digno de la Patria de Bolívar, sosteniendo a todo trance el honor y el orgullo del hermoso nombre que distingue a su patria.

 

Antes de poner fin a este capítulo me parece de justicia hacer un paréntesis y dar a conocer su contenido. Veamos lo que dicen:

 

 

(La) Paz, febrero 2 de 1831.

Excelentísimo Señor Libertador Simón Bolívar.

 

Mi amado General:

 

Mi júbilo al saber que U(sted), había vuelto a la cabeza de Colombia es tan grande, como fue intenso el pesar que sentí con la noticia de la disolución de ese Estado, y separación de U(sted). Colombia que en su frenesí iba a dejar apenas la memoria de que había existido, será en lo ulterior más avisada para no desviarse de los consejos, y de la dirección del hombre insigne que ha tenido para su gloria y por su dicha. Harta fatal le ha sido el ensayo que acaba de hacer, y sus hijos serían más que insensatos para exponerse otra vez a peligro semejante. Yo congratulo a Colombia, por que ha sabido borrar de sobre la América entera el negro borrón de su ingratitud, con que la historia se preparaba a marcar los fastos de nuestra independencia, y por que volviendo la vista sobre sí misma, se ha espantado al mirarse desapareciendo entre un océano de desastres y calamidades. Colombia, Señor, es la obra de su Libertador, á él solo le ha sido dada la gran virtud de sostenerla.

 

Pero esa felicitación no es tan desinteresada que me haga desear el bien exclusivo de Colombia. Bolivia su hija y su natural aliada, que desde su nacimiento ha librado en ella las esperanzas de su conservación y reposo pide a grandes voces su socorro para sobreponerse fácilmente a las inicuas aspiraciones del Gobierno Peruano que solo piensa engrandecerse a costa de sus vecinos. Largamente he detallado los pretextos de que se vale, en una carta del 30 de diciembre último que dirigí al Jeneral Flores pidiéndole hiciese pasar una copia a manos de U(sted). Desde entonces me confirmo cada día más en la infalibilidad de la guerra, que ya no puede evitar Bolivia, y que no tardará en declararle por una invasión. Ella deberá tener lugar entre marzo y abril próximo; y aunque puedo resistirla con ventajas conocidas de mi parte, precisamente sería mejor dejar nada al caso, y escarmentar para siempre a un vecino ambicioso e injusto que se pasa en tendernos continuamente sus redes y asechanzas.

 

El mayor de su pretextos es que yo haya rehusado la alianza que le propuso a Bolivia contra Colombia, y para sostener la desmembración del Ecuador siendo todo su fundamento que U(sted), por miras de ambición, y por su influencia pone en manifiesto peligro la existencia del Perú, cuyos intereses debían ligarse con los de Bolivia para neutralizar los planes que tenía U(sted), forjados de absorver dos Repúblicas sucesivamente. Mas su objeto principal es anularme y anular a Bolivia para obrar contra Colombia, a quien teme por la infracción de los tratados de Jirón y Guayaquil.

 

Nada de esto es nuevo para U(sted) que ha penetrado a fondo la política del Gabinete Peruano, y que conforme a ella previó la conducta que nos correspondía y tuvo la bondad de significármelo en su apreciable que me trajo el boliviano señor Molina. A consecuencia de ella fue que escribí al Jeneral Flores para que nos pusiéramos de acuerdo con el fin de arreglar nuestra común defensa. Se que pasó por Lima el oficial que la conducía, y mi esperanza crece desde que haya llegado a sus manos; por lo que no dudo que ha de obrar según el interés de Colombia y el suyo, protegiendo a Bolivia, y según las  órdenes o consejos que U(sted),le dejó antes.

 

También creo mi Jeneral, que la primera mirada de U(sted) después de llegar a Bogotá, se haya dirigido hacia Bolivia su hija predilecta, y hacia un amigo que en todas partes y circunstancias hace vanidad de ser de U(sted), el más fiel y consecuente. Además espero que honrará con sus consejos, que siempre he respetado, y que ahora me son tan necesarios. Entre tanto yo ofrezco a U(sted), que combatiremos con confianza y con despecho por sostener nuestro honor, nuestra independencia, y el hermoso nombre que distingue a nuestra Patria.

 

Entre la congoja que me causaba ver a U(sted), alejarse de América, como se aseguró, yo creó al menos deber hacer a U(sted), una manifestación del pueblo Boliviano, que le presentará allá lejos un homenaje de nuestro amor, y de nuestro respeto. U(sted), lo encontrará impreso en El Boliviano adjunto, habiendo mandado los originales por un buque francés de guerra. Cuanto es mi placer por que esta diligencia solo importe un testimonio de nuestra consecuencia, por que la haga inútil la eterna permanencia de U(sted), en América, que sin U(sted), perecerá:

Soy de U(sted), mi Jeneral, el mejor y más fiel amigo, y obediente servidor,

 

Andrés de Santa Cruz [5].

 

La otra dice así:

 

La Paz, 24 de febrero de 1831.

Excelentísimo Señor Simón Bolívar.

 

Mi amado General:

 

He escrito a U(sted),  a Europa cuando llegué a creer que había U(sted),  tomado la cruel resolución de dejar la América. Sabiendo las últimas ocurrencias que le han detenido felizmente en Colombia y su regreso a Bogotá, también le he escrito habiendo antes pedido al General Flores que le pasara a donde estubiese otras cartas mías en que le he hecho conocer el estado de Bolivia y la guerra con que nos amenaza el Perú porque no queremos ser cómplices de proyectos aleves que se han formado contra la integridad de Colombia para cubrir otro crimen cometido en la infracción de los Pactos de Jirón y Guayaquil.

 







Aún esta pendiente el desenlace de este drama. El Gobierno del Perú insiste en que hemos de ser sus aliados contra Colombia, en que hemos de poner nuestros mercados y aduanas a su disposición, y en que hemos de pagar unos cargos imaginarios que nos supone durante la Guerra de la Independencia sin ver que son más antiguos los sacrificios de Bolivia por ella y más cuantiosos sus gastos desde el año 9.

 

En fin pretende que Bolivia sea su miserable colonia, sin advertir que U(sted),  nos hizo libres y que no hemos olvidado las lecciones de heroísmo que tomamos a su sombra, ni podemos permitir hollar el Nombre ilustre que autorizó la existencia política de nuestra Patria.

 

Legaciones de ambas Repúblicas se ocupan de este asunto en Arequipa, pero sin esperanza de un acomodamiento que no es compatible entre dos Gobiernos de ideas contradictorias, y tratando de intereses tan opuestos. Por lo menos si el Perú no desiste de sus atrevidas pretensiones, lo que sería el único medio de transigir, el de Bolivia está resuelto a sostener inmutablemente y a toda costa su independencia, su dignidad y el nombre glorioso de la República, que es un estímulo para obrar prodigios, si llega el caso de la invasión que no podemos temer.

Yo aseguro a U(sted), mi amado General, que he tomado una actitud la más brillante bajo todos aspectos. El Ejército, si bien proporcionado en número a nuestros recursos, es superior al de Gamarra por su moral y disciplina, y el pueblo uniforme todo en sentimientos y entusiasmo por su libertad me presenta un magnífico espectáculo, y me hace creer que llegado el caso se multiplicarán los héroes, mostrándose dignos de la Patria de Bolívar. No hay, señor, el menor temor de que seamos conquistados y humillados, pero es preciso precaver hasta los asomos de la desgracia.

 

Yo debo esperar y espero que desde que U(sted) haya sabido nuestros peligros, y los que amenazan también a Colombia habrá dispuesto obrar por la seguridad de ambas naciones. Es urgentísimo que la escuadra se ponga en el mar, y que algún buque venga a cubrir a Cobija, cuya destrucción es uno de los objetos de esta guerra. Este mismo buque pudiera traer un Ministro que arregle de un modo explícito y terminante los Pactos que convienen a las dos Repúblicas para contener a un vecino falso y ambicioso, que nunca dejará de asechar la independencia de Bolivia y la integridad de Colombia. Por el mismo buque puedo mandar la Legación de Bolivia, que sin esa ocasión encontraría dificultades y resistencias grandes para su tránsito. Eso mismo pedí al General Flores, después del regreso de Molina, que me dio algunas seguridades de sus buenas disposiciones.

 

La Legación boliviana en el Perú, que es compuesta de los señores Olañeta y Calvimontes, tiene orden de dirigir a U(sted), para hacerle conocer la marcha de sus negociaciones, y cuanto más convenga a su conocimiento. Los impresos que ahora envío, también darán a U(sted), algunas más ideas.

 

Sólo debo ya agregar a esta carta las seguridades de que esta guerra es muy mal mirada por el pueblo peruano que detesta a sus conductores Gamarra y La Fuente, los mismos que sin dejar de aborrecerse sólo se han unido para hacerse a Usted la guerra, como esperando del acaso un triunfo a que solo concurre su perfidia. Yo no sé si U(sted), estará al cabo de esta idea; y yo no debo omitirla para que no vuelva a ser víctima de su noble credulidad, tratando con hombres sin Fe y sin consecuencia.

 

Deseo las contestaciones de U(sted), como el aliento para la vida. Supongo que U(sted) tiene atenciones en Colombia, pero su integridad e independencia de Bolivia no deben ni deben ser subalternas. Fije U(sted), mi amado General, una mirada hacia estos negocios, persuadido de que sin faltarme esa esperanza, yo sostendré a todo trance la integridad y la absoluta independencia de Bolivia, como U(sted), lo quiere y es preciso.

 

Yo me lisonjearé siempre con ser de U(sted), mi General, el más constante y fiel amigo. 

Andrés de Santa Cruz[6].

 

 

Como se puede ver en esas cartas hay un importante trasfondo expresado por el calor de las razones y por la confianza de la bondad de cuanto se expone con una decidida orientación cívica y ética, reveladora del afecto de ambos líderes de la revolución americana y de su constante lucha por la independencia política del Continente.

 

De esta manera Bolivia agradecía a su Libertador los esfuerzos realizados para cumplir su magna obra: La libertad de los pueblo americanos.

 

 


 

 

 

Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios

 

 

 

 

 

 

 

 



[1] Bolívar, Simón (1783-1830): Obras completas / Simón Bolívar; compilación y notas de Vicente Lecuna; con la colaboración de ... Esther Barret de Nazariz. 2ª ed.-La Habana: Lex, Ministerio de Educación Nacional, 1950. 3 v.: il, 1 h. de lám. ; 21 cm. La lám. está en color y es retr. del autor.

Contiene: vol. 1: Cartas del Libertador comprendidas en el período de 20 de marzo de 1799 a 31 de diciembre de 1826. - vol 2: Cartas del Libertador comprendidas en el período de 1° de enero de 1827 a 8 de diciembre de 1830. Testamento, proclamas y discursos. - vol. 3: Cartas del Libertador en el período de 21 de septiembre de 1828 al 8 de diciembre de 1830. Testamento. Proclamas y Discursos. Véase: Tomo III. Documento 2.254. p. 43.

[2] Ibíd. Documento 2.240. p. 420. Fue publicada también por el Señor Luis S. Crespo en El Diario  de La Paz (Bolivia), el 7 de mayo de 1926.

[3] El resaltado es nuestro.

[4] Andrés de Santa Cruz, carta y credenciales al Libertador para que represente a Bolivia cerca de la Santa Sede.

En: El Iris de La Paz (Bolivia), del 15 de septiembre de 1830. Tomo 1, Nº 66. Fue publicada además por Vargas Ugarte, Rubén, S.J.: El Episcopado en los tiempos de la emancipación Sudamericana. En: Revista Estudios de Buenos Aires 41, (Agosto de 1930). p. 162-163; Leturia, Pedro, S.J.:  Parra León Hermanos, 1931. - xviii, 181 p.; 20 cm. Incluye bibliografía. Bolívar y León XII/ Pedro Leturia. - Caracas: Editorial Sur América de Parra León Hermanos. 1931. - xviii, 181 p.; 20 cm. Véase:  p. 179-181;  Rojas, Armando (Editor): Bolívar y Santa Cruz: epistolario / [estudio preliminar por] Armando Rojas. - Caracas: [Oficina Central de Información, Dirección de Publicaciones], 1975. - 177, [14] p.: retrs.; 24 cm. Edición publicada por el Gobierno de Venezuela con motivo de la conmemoración del Sesquicentenario de la creación de la República de Bolivia.-Caracas. Oficina Central de Información. Dirección de Publicaciones. 1975. Incluye índices y Bibliografía: p. [178]. Véase: p. 130-132,  y  Filippi, Alberto, 1941-.: Bolívar y la Santa Sede: religión, diplomacia, utopía, 1810-1983 / Alberto Filippi. - 1a. ed. - Caracas: Arte, 1996. - 227 p.; 23 cm. Incluye bibliografía e índice. ISBN: 9800730575. Véase: Documento 47. p. 187-189, y también en  Bolívar y Europa en las crónicas, el pensamiento político y la historiografía. Vol. I. Siglo XIX./ Investigación dirigida por Alberto Filippi. Prólogo de J. L. Salcedo Bastardo. Ediciones de la Presidencia de la República, Comité Ejecutivo del Bicentenario de Simón Bolívar. D.L. 1986- ([Barcelona]: Bodoni). LI, 1085 p.; 25 cm. Incluye referencias bibliográficas. D.L:B 19612-1986 Oficina Barcelona. ISBN:980-265362-4. Véase: Doc. 195. p. 658.

 

[5] El original de esta misiva se encuentra en el copiador del Archivo del Mariscal Santa Cruz. Fue reproducida en: Bolívar y Santa Cruz: epistolario / [estudio preliminar por] Armando Rojas. - Caracas: [Oficina Central de Información, Dirección de Publicaciones], 1975. - 177, [14] p.: retrs.; 24 cm. Edición publicada por el Gobierno de Venezuela con motivo de la conmemoración del Sesquicentenario de la creación de la República de Bolivia.-Caracas. Oficina Central de Información. Dirección de Publicaciones. 1975. Incluye índices y Bibliografía: p. [178]. Véase:  p. 132-133.

 

 

 

[6] Ibídem. p. 134-135. 

 

 


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